domingo, 3 de noviembre de 2013

Religion

La Cosmología y el Poder Político
De modo similar a otras sociedades antiguas, la forma en que percibían el universo nos proporciona una radiografía de la estructura de poder, las funciones de los gobernantes, las divisiones territoriales, el ordenamiento de las ciudades, y los aparatos administrativos. Los reyes tenían carácter divino, y oficiaban como sumos sacerdotes. Fijaban la doctrina y establecían los procedimientos rituales. Los miembros de sus linajes también desempeñaban tareas religiosas. El rey estaba directamente relacionado con los dioses, era considerado uno de ellos. Cuanto mayor fuese la sacralidad del gobernante y la fastuosidad del culto, la sociedad se sentía más segura e integrada. Conforme a las creencias, los reyes eran potencias generadoras de vida. Gobernar, para los mayas, significaba administrar correctamente el orden del cosmos, la sociedad y la naturaleza. Ello explica el poder absoluto de los reyes, a partir de la posesión de los secretos del mundo de los muertos. Los ancestros fundadores de linajes eran asociados con seres sobrenaturales, denominados wayob. Los arqueólogos han identificado imágenes de estos seres en las piezas de cerámica. Para los mayas, los espíritus de los wayob vivían en las construcciones gigantescas de las principales ciudades. La creencia en los wayob fortalecía el poder y la legitimidad de las dinastías gobernantes, funcionando como un nexo con el mundo de los muertos.

El poderío de la naturaleza
La selva imprimió por completo la percepción de la realidad. Los mayas creían que una energía biocósmica atravesaba a las personas, a los animales, a las plantas y a los seres inanimados, imprimiéndoles su razón de ser. A mayor carga de energía, mayor era la categoría y la importancia de cada ser vivo, cosa, o deidad. Los mayas creían que el descomunal gasto que realizaban los dioses se reponía con la sangre humana de los sacrificios. La creencia en el poder combustible de la sangre muestra dioses vulnerables. Por el contrario, destacaba el papel de los hombres para mantener el universo. Los mayas representaban la superficie de la tierra como la espalda del caimán, o como una tortuga marina, que sostenía a la ceiba, un árbol gigante sobre el cual se apoyaba el cielo. Al resguardo de su sombra descansaban los sacerdotes, los guerreros muertos en combate, y las mujeres fallecidas en el parto. El cielo se asociaba con la imagen de la serpiente de dos cabezas, imagen de la dualidad de la vida y la muerte. Más allá de la tierra y el cielo, los mayas otorgaron la mayor atención al subsuelo o inframundo. Además de ser la morada de los muertos y los dioses, era la fuente de la vida, y del maíz, el componente fundamental de su dieta. El Xibalbá, o País de los Muertos, era un reflejo del mundo terrenal. Construían las pirámides como representación del interior de la tierra. Centrada en el subsuelo, la noción maya del Otro Mundo abarcaba una dimensión más compleja, un universo paralelo al de los seres vivientes, el cual incluía el cielo, la superficie terrestre, la profundidad del océano y la espesura de la foresta. El Otro Mundo era el lugar donde se resguardaban los secretos del cosmos y del transcurso del tiempo, los misterios de la vida y el destino de los seres humanos.

Los Dioses
Los investigadores de la religión maya tienen fuertes polémicas. La información disponible no permite individualizar con precisión a los distintos dioses del Período Clásico, sus orígenes, y sus funciones. La cerámica polícroma relata mitos cosmogónicos, y describe el mundo subterráneo. Las imágenes de los dioses se confunden con las escenas de adoración de los gobernantes.
No obstante, en los templos de Uaxactún y Palenque es posible reconocer representaciones y esculturas del dios Kinich Ahau o Kukulkán, IxChel, Chac, y Kauil.
Se destacaban Itzmaná, inventor de la escritura, señor de los cielos, el día y la noche; Hunab-Ku era irrepresentable e incorpóreo, de él procedían todas las cosas materiales.
Varios de ellos eran antepasados divinizados. El mismo Kukulkán, quien habría encabezado a los toltecas del Valle Central de México que se establecieron en Mayapán a fines del siglo X.
El panteón maya se identificaba con el cosmos y los objetos celestes. Kukulkán o Kinich Ahau habría sido una especie de dios sol, afín al Ra de los egipcios. Su nombre significa: “Dios del rostro del sol”.
La influencia de Teotihuacán fue importantísima, al extremo que muchas de las deidades del norte fueron incorporadas por los mayas. Quetzalcoalt, la “Serpiente Emplumada”, fue asimilado con Kukulkán, reforzando la identidad entre dioses y gobernantes.
Los dioses combinaban formas humanas, animales, vegetales y astrales. El dios Jaguar era el señor de la noche estrellada, reinando sobre el cielo, la tierra y las tinieblas del inframundo.
Las representaciones de Chac, el dios de la lluvia, el rayo, el trueno y el viento, unían la representación de estos fenómenos con los puntos cardinales. Acompañado de ranas que la anunciaban, Chac era una divinidad muy importante para los campesinos, y solía multiplicarse vaciando calabazas para producir la lluvia, mientras arrojaba hachas de piedra.
Ah Mun era el dios del maíz, en batalla permanente con Ah Puch, el dios de la muerte. También se relacionaban con el inframundo Ek Chuah, un dios de la guerra que aparece vestido de negro, divinidad de los comerciantes y del cacao.
El panteón maya era numerosísimo, con divinidades altamente especializadas: Ixtab, diosa de los suicidios que se representaba con una soga al cuello; IxChel, diosa del arco iris, la medicina, la adivinación y la maternidad; Ah Chicum Ek, el dios benevolente de la estrella polar; y Buluc Chabtan, dios guerrero de los sacrificios humanos, entre otros.

Magia, adivinación, y profecías
Para conocer el destino de los difuntos en el Más Allá, sus opiniones, sus pronósticos, y sus anhelos en relación a los vivos, los mayas desarrollaron la técnica de la nigromancia.
Los reyes mayas creían que se comunicaban con sus ancestros al mirarse en la superficie pulida de los espejos mágicos de obsidiana, consumiendo drogas alucinógenas, ingresando en las cuevas o en los templos-montaña.
En la lengua maya, “profecía” y “ley” se escriben con la misma palabra, mostrando la concepción regular y circular que tenían del transcurso del tiempo.
Al igual que los aztecas, los mayas pensaban que las profecías se cumplían. Por lo tanto, todo intento de eludir su suerte estaba destinado al fracaso. Al respecto, el libro sagrado del Chilam Balam reza: “Estas cosas se cumplirán. Nadie podrá detenerlas”.
Aunque seguramente se tratase de un relato de las invasiones toltecas, la tradición considera que Ah Xupan Nauat, un profeta maya del siglo XI, habría anticipado la llegada de los españoles al Yucatán, hecho histórico que aconteció quinientos años después.
Formuladas de manera retrospectiva, los mayas hacían todo lo posible para cumplirlas. El que conocía la profecía era considerado el favorito de los dioses, el amo de la interpretación, el dueño absoluto del poder.
Al constatar esa idea, el filósofo, lingüista e historiador Tzvetan Todorov explicó que la vida social de los mayas se caracterizaba por la absoluta regularidad: “la palabra clave de la sociedad mesoamericana es orden”, escribió Todorov.

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